Una banda que me conmueve el alma y me acompaña desde mi renacimiento diría.
Un poco exagerado, puede ser.
Pero con honestidad te digo, Beirut me hace feliz.
Un poco triste también.
Un poco melancólico.
Me sana y me vuelve a soltar.
Recordemos que Beirut me dejó plantado con pasaje en mano y estadía reservada.
Que odio que tenía, me lo merecía.
Quien iba a decir igual que nuestro amigo Zach iba a poder continuar.
Pero si, se puede, de a poquito, montoncito a montoncito.
Primero una manito, luego la otra, ya le toca al piecito y luego un saltito.
¡Y ya!
¡Acá estamos!
Y decime si no es extraño, ¡vos también estás!
¿Pero, que haces acá? ¡No es reproche!
No estás como quisiera, pero estás, aunque sea tan poquito.
Que se yo, mejor lo endilgamos al destino.
Que nos vio tan extraños.
Tan comprometidos.
Con nosotros mismos.
Falta aún, un poquito más para el saltito.
La alegría cuando me acuerdo, me brota por los ojos.
Por momento, siento que me empujan mareas caudalosas de alegría.
Y que corrientes de deseos cumplidos me arrastraron hasta la orilla.
Casi llegué che, casi, pero ahí voy.
Hace unos días te recordé, como todos los días.
Y entre charla y charla lo solté.
Como por boca de jarro y frente a todos.
Siempre vas a ser mi refugio en el amor.
No podía ser de otra manera.
Chinita.